Psicología adultos: Ocuparse de uno mismo vs. egoismo

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CIMG1445¿Es malo ocuparse de uno mismo?

 ¿Se cae en el egoísmo si uno se ocupa y está pendiente de si mismo?

 Una de las normas éticas y morales que la sociedad de hoy en día establece es la de la ayuda al prójimo, la asistencia a aquella gente que lo pueda necesitar. Dada la relevancia y la importancia que ostenta esta premisa dentro de la propia sociedad, esto es algo que se empieza a inculcar a los niños en el seno familiar desde que son bien pequeños, y posteriormente se va extendiendo esta idea al contexto social. De este modo, al tratarse de una norma que se introduce desde edades bien tempranas, ésta se suele presentar de un modo muy arraigado y consolidado dentro de los pensamientos y valores adultos.

 Tanto es así, que en numerosas ocasiones se observa que esta idea parece ser incompatible con la del propio auto-cuidado y con el ocuparse de uno mismo, ya que, siguiendo el principio de generosidad que parece que opera en la sociedad, “si me ocupo de mi mismo no lo puedo hacer del resto y entonces puedo ser egoísta”. Con esto, ante la posibilidad de poder caer en el egoísmo, aspecto que la sociedad rechaza y por extensión es posible quedar excluido, “prefiero no ocuparme de mí mismo y hacerlo siempre del resto, ya que lo importante y lo primero deben de ser los demás”.

 No obstante, es posible observar que en sujetos que llegan a pensar de este modo tan rígido y poco flexible, se comience a experimentar un determinado malestar en algún punto de su trayectoria vital por algunos motivos como los que se enumeran a continuación:

  • El situar al resto siempre por delante de uno mismo hace que la persona se vea como merecedora de menos importancia, como intérprete de un papel secundario, con lo que su propio autoconcepto es posible que quede resentido.
  • Dado que la misión de estas personas es la de ayudar y estar pendientes del resto, dentro de la relación interpersonal adoptan esta función olvidándose de sí mismos y haciendo ver que parecen no necesitar nada, por lo que los demás aprenden a no dárselo, con lo que las relaciones se convierten en algo de una sola dirección y no recíprocas.
  • Al no estar acostumbrado a cuidarse y “escucharse”, pueden aparecer sentimientos de frustración al no saber uno mismo lo que se quiere o desea.

De este modo, las personas con esta idea tan carente de flexibilidad, a menudo parecen quedar atrapadas en una situación en la que parece que hagan lo que hagan están destinadas a sentirse mal ya que “si me ocupo solo del resto y no lo hago de mi mismo me siento mal, y si me ocupo únicamente de mi, no lo hago del resto y soy egoísta con lo que igualmente sufro”.

Dado este aparente callejón sin salida, en estos casos resulta imprescindible que estas personas logren conseguir entender que fruto de la rigidez de su idea se ha caído en un funcionamiento igualmente rígido y viceversa. Así, el trabajo se centra en la posibilidad de darse cuenta de que ambas opciones son posibles y sobretodo válidas, es decir, es factible una flexibilidad cognitiva que permita a uno mismo tenerse en cuenta y escuchar las propias necesidades y deseos sin caer en el egoísmo, al tiempo que se puede tener en cuenta al de al lado y ayudarle.

Aida Mañero Ocarranza

Psicóloga